jueves, 5 de marzo de 2009

Noticia de un secuestro (Entrevista concedida por García Márquez con motivo de la publicación de su último libro a la revista colombiana CAMBIO 16)


EL 21 DE MAYO DE 1948 apareció en El Universal de Cartagena de Indias la columna "Punto y aparte", el primer escrito periodístico de un estudiante de Derecho e incipiente cuentista llamado Gabriel Garcia Márquez. Hoy, casi medio siglo después, tan lejos de ese mundo que "era tan reciente que para nombrar a las cosas había que señalarlas con el dedo", el desconocido periodista se ha
convertido no sólo en uno de los más grandes escritores del siglo XX, sino en la noticia. Hace tan sólo dos semanas ocupó los principales titulares del mundo cuando los secuestradores de Juan Carlos Gaviria le pidieron que fuese él el presidente de Colombia. "Nadie con un gramo de sensatez tomará cualquier decisión bajo la presión de un secuestro", respondió el Nobel.

Sabe del tema. Su nunca olvidado oficio lo llevó a investigar durante tres años el secuestro de cinco mujeres y cinco hombres colombianos a manos de los Extraditables. Noticia de un secuestro,
que será publicado esta semana, es, no sólo la culminación de la técnica periodística y literaria del autor -los capítulos nones tratan del mundo exterior, los pares llevan al encierro, a lo interno-,sino también un ejemplo de la noticia humanizada, con protagonistas de carne y hueso, donde Garcia Márquez abre -como en aquel Relato de un naufrago- ese espacio fascinante que la frialdad periodística les niega cotidianamente a las víctimas: el de los recuerdos.
CAMBIO 16 "Noticia de un secuestro" es un libro cuyos protagonistas tienen nombre y apellido conocidos y hablan por teléfono con su autor. ¿Que tan difícil le resultó escribirlo?

GABRIEL GARCÍA MARQUEZ. Todo libro es difícil. Cien años desoledad lo fue por la enorme carga mítica que llevaba dentro. El otoño del patriarca lo fue también por su enorme carga de ficción
histórica, y Noticia de un secuestro lo es por su enorme carga de realidad periodística.

P. Nadie cree que a estas alturas le resulte difícil conseguir reportajes como al resto de los mortales. No es lo mismo el periodista feliz e indocumentado de hace 40 años que un Nobel al
que nadie le niega ahora una entrevista.

R. Yo no me gané ese privilegio por influencias ni por plata, sino subiendo escalón por escalón en el oficio de periodista. Cuando tenía tu edad me tocaba luchar contra las mismas dificultades que tú has encontrado ahora para que yo te concediera esta entrevista. Y no se olvide que para hacer un trabajo como éste se necesita más humildad siendo premio Nobel que reportero raso.

P. Y usted que ha inventado un chocolate que hace levitar, no podría inventar los detalles a su antojo?

R. De poder, se podía. Pero el reto era jugar limpio. Lo que yo quería era escribir un reportaje con todas sus leyes, y en ellas no cabe la invención. Hoy me alegro: el libro no tiene una línea
imaginaria ni un dato que no esté comprobado hasta donde es humanamente posible. Sin embargo, estoy seguro de que costará trabajo creerlo, porque parece más novela que cualquiera de mis
novelas. Creo que ese es su mayor mérito.

P. Los victimarios tenían la misma disposición? Por qué no habló usted con Pablo Escobar?

R. Con los victimarios habría sido distinto, porque quizás hubieran querido aprovechar el relato para justificarse. Pablo Escobar estaba todavía vivo en la cárcel cuando empecé la investigación y sé que él tuvo noticias del libro que yo estaba escribiendo. Había resuelto discutirlo con él en persona sólo
cuando ya tuviera el primer borrador, pero murió antes. Estoy seguro de que yo me hubiera puesto en su lugar para ser justo con él. En un buen reportaje puede no haber buenos ni malos, sino hechos concretos para que el lector saque sus conclusiones.

P. ¿Por qué Escobar no y los Ochoas sí?

R. Con los hermanos Ochoa fue distinto. Están presos los tres, y a punto de cumplir su condena. Pero lo que no se sabe y va a saberse en el libro es que dentro de la cárcel ellos se constituyeron en
un canal de comunicación ante Pablo Escobar y Alberto Villamizar, gracias al cual salieron con vida los dos últimos secuestrados -Maruja Pachón y Pachito Santos- y Escobar se entregó. Los Ochoas, que están condenados por narcotráfico y enriquecimiento ilícito, pero no por homicidios ni terrorismo, hicieron un trabajo que debió haberse tenido en cuenta para descontarles la pena, de acuerdo con la ley, pero no sólo no se hizo, sino que tampoco ellos lo reclamaron.

P. ¿Cómo hizo para hablar con ellos, cómo fue el encuentro?

R. Para ver a los Ochoas no había problema. Ellos reciben visitas, reciben la comida de su casa... Pero si yo me aparecía por allí hubiera sido una noticia escandalosa que me habría obligado a revelar el secreto del libro que estaba escribiendo. Así que me tocó esperar una buena oportunidad, y me la dio un grupo de periodistas norteamericanos de alto nivel que el presidente Samper invitó el año pasado para que estudiaran la situación del narcotráfico en Colombia. Mientras ellos conversaban con los Ochoas yo aprovechaba para hablar con cada uno de estos por separado sobre las dudas que aún me quedaban. Las mandé en primer borrador cuando lo tuve listo y ellos no solo me hicieron anotaciones muy pertinentes, sino que me corrigieron datos equivocados y me dieron otros nuevos.

P. ¿Qué piensan hacer los colombianos para no llegar al siglo XXI en la misma situación en la que están hoy?

R. ¿Y cómo piensas tú que podemos pensar en el siglo XXI si todavía estamos tratando de llegar al siglo XX? Piensa que me he pasado tres años tratando de que no haya un solo dato falso en un libro, para un país en el cual ya no se sabe donde está la verdad y donde está la mentira. Qué porvenir puede quedarle a la literatura de ficción si un candidato presidencial no se da cuenta de que sus asesores sagrados reciben millones de dólares sucios para su campaña. Donde los acusadores no se toman en cuenta porque en medio de las muchas verdades que dijeron, colocaron también muchas mentiras. Donde el Presidente se constituye a su vez en acusador de sus acusadores con el argumento de que estos sí recibieron la plata, pero no la ingresaron en la campana porque se la robaron. Donde -según eso- tres de sus ministros están a las puertas de la cárcel por haber manejado un dinero que no existió y encubierto un delito que no se cometió. Donde varios de los 15 jueces que juzgan al Presidente están acusados del mismo delito que deben juzgar. Donde hay seis parlamentarios en la cárcel y más de 20 investigados, y el Procurador está preso y el Contralor General acusado de enriquecimiento ilícito. Donde el Gobierno no tiene tiempo para gobernar y el Estado está cayéndose a pedazos, y la sociedad está dividida entre los que lo creen todo y los que no creen nada, sin mucho fundamento para lo uno ni lo otro. Y donde al final los capos presos y acusados de haber dado el dinero sucio dejan sin piso al Presidente, a sus asesores, al país y a todo el mundo, porque aseguran que no dieron ni un centavo. En un país asi - qué carajo!- a los novelistas no nos queda más remedio que cambiar de oficio. [Cambio 16-Colombia Mayo 6-13 1996]

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